20 de noviembre de 2011

Más fuerte que Disney

Se forman las nubes. Se fusionan frío y calor. Llueve. Todo se limpia y, tras un rayo de luz, se atisba el arcoiris. Ese fenómeno tan simple y puro que todo el mundo observa hasta que se desvanece. Y así es el amor. Igual que viene se va. Tan simple y puro que las personas tendemos a complicarlo hasta conseguir que deje de ser lo puro que era. ¿Y por qué complicar algo tan precioso si simplemente hay que sentirlo?.

Podemos querer a los amigos, la mascota, la familia, etc. pero donde más solemos "meter la pata" es en la pareja. Desde que somos niños nos han puesto peliculas de Disney en las que siempre hay un príncipe perfecto que acaba con una princesa perfecta y siempre con un final feliz. La sociedad nos ha inculcado que nuestra pareja tiene que ser de una forma concreta. Nos dan a entender que el ideal de hombre sería aquel que es valiente, protector, un caballero, detallista y varonil; y el de mujer la que es familiar, sensual, cariñosa, atenta y femenina.

Las consecuencias de todo esto se ven en la relación, cuando intentamos transformar a la otra persona en nuestro Ideal quejándonos de sus defectos y olvidándonos poco a poco de quién era realmente la persona que nos enamoró. Pero cuando esa persona se convierte en nuestro Ideal, te das cuenta de que no es lo que querías. Amar es querer y aceptar a esa persona tal cual es. No la quieres cambiar porque aun con sus grandes y pequeños defectos, para ti es perfecta. Te aporta tanto a tu vida que sin ella sientes que te falta algo.

Ahora desaprendamos lo que nos enseñó Disney y la sociedad para comenzar a ver el amor como lo que es: una energía simple y pura, que es capaz de mover el mundo.

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